Gaudí. La luz de Dios

El genial arquitecto catalán Antonio Gaudí viajó varias veces a León entre 1889 y 1893 para supervisar sobre el terreno las obras del Palacio Episcopal de Astorga y la Casa Botines en León. En Barcelona trabajaba en los proyectos del Parque Güell y en el templo expiatorio de la Sagrada Familia. A nadie se le escapa que Gaudí era un fervoroso creyente de la fe católica. La Basílica de la Sagrada Familia es, bien vista, como una recitación del Credo en piedras y vidrios. Toda ella en su conjunto nos muestra la mejor cara de la genialidad de Gaudí. Estatuas como la de San José o la de la Virgen María se encuentran enmarcadas en auténticos retablos de piedra que van del techo al suelo. Pero lo más significativo son sus vidrieras. En una mañana soleada, transportan al visitante a una realidad distinta, onírica, casi eterna. Los juegos de colores, la dirección de entrada de la luz, todos los muros envidriados... No resulta difícil caer en la cuenta de que Gaudí debió pasar muchas horas en el interior de la catedral de León, esa catedral gótica que, más que piedras y argamasas, nos muestra magníficas vidrieras medievales que llenan el edificio de una luz especial. Gaudí traslada el concepto de luz desde la catedral de León a su estilo modernista neogótico. No iba a copiar la seo leonesa en Barcelona, pero iba a tomar su concepto y a actualizarlo en "su" Sagrada Familia. El resultado es sorprendente, maravilloso. Cuando uno se deja envolver por el ambiente de luz y de color de su interior, llega a pensar que la intención del genial arquitecto debió ser mostrarnos el cielo en la tierra.
Gaudí. La luz de Dios
Gaudí. La luz de Dios